Si bien no llegaron a radicarse en nuestra Provincia sanjuaninos en número importante, sí encalló en estas tierras al devoción a Deolinda Correa. En la entrada al Aeropuerto Internacional de Resistencia, sobre la Ruta Nacional Nº 11, podemos observar una humilde capillita, donde anónimos devotos encienden velas y dejan flores de papel o botellas llenas de agua, para que la Difunta Correa apague su sed. Esta es la característica del culto. Elevar oraciones para el descanso de su alma y pedir que interceda a favor de los afligidos por problemas de salud, cambiar la suerte que los que están en situaciones de sufrimiento límite, o cualquier otra merced que alivie las almas afligidas.
El sitio donde descansan los restos de Deolinda Correa, se ha constituido en centro de reunión de desesperados que concurren esperanzados en los "milagros" de la santa pagana. Se han erigidos grutas para proteger de las inclemencias del tiempo a los testimonios del agradecimiento de sus seguidores. En paredes levantadas al efecto se han empotrado cientos y cientos de placas metálicas con inscripciones de agradecimiento. Se ha tejido una historia, una leyenda, para explicar el origen de esta creencia que convoca anualmente a miles de peregrinos al santuario de la Difunta Correa en el Cementerio Vallecitos en la provincia de San Juan. Dicen, vivía en San Juan un antiguo guerrero de la independencia, que gozaba de prestigio social, a pesar e su humilde condición, de relaciones muy estrechas con el gobernador, junto a su esposa y su única hija llamada Deolinda. Creció la joven de belleza singular, convirtiéndose en una mujer a la que todos miraban con admiración o codicia. El jefe de la policía local se enamoró de ella, pero no conseguía ser correspondido. Insistía, pero siempre encontraba la educada negativa a acceder a sus requerimientos. El amor encendió el corazón de Deolinda, y el responsable era un criollito del lugar llamado Baudilio Bustos. Desoyendo los lances de Rancagua (el jefe de policía) se "casa" con su hombre. Allí comienzan las penurias para la familia Correa. Primero, la muerte del gobernador, que pone a su padre en el sitio de "oposición", por lo tanto debe emigrar a La Rioja porque su vida peligraba. La obstinación de Rancagua, determina que enrole a Baudilio en las montoneras, siendo enviado a pelear en los llanos riojanos. Estoicamente soporta la pobreza, nuestro personaje, sin flaquear desoye las interesantes propuestas de su enamorado. Sólo reza a la Virgen del Valle, mientras crece en su vientre su primer hijo. Enterada de la prisión de Baudilio, decide viajar al encuentro de su esposo. La inexistencia de caminos, medios de transporte, y sobre todo de recursos, la hace dudar al principio. Pero finalmente emprende el camino, atravesando los cerros desconocidos, solo horadados por los arrieros cuyanos. Vencida por el cansancio y la sed cae muerta. Tres días después unos arrieros aciertan a pasar por el lugar y encuentran a la desdichada madre sin vida, pero milagrosamente su pequeño hijo vivo, mamando de los húmedos pechos de su madre. Los paisanos le dan sepultura, dando la noticia de que el niño se había salvado. Enseguida comienzan a visitar el lugar, míseros campesinos sanjuaninos, novios desairados, maridos engañados, todos los afligidos asisten erigiendo con el tiempo un santuario. En la actualidad , una asociación civil sin fines de lucro, dirige el culto, administrando los bienes que dejan los devotos en ofrendas. Además de flores de papel, botellas con agua, placas metálicas con inscripciones de agradecimiento, sus seguidores se desprenden de cosas valiosas para ellos, como televisores, bicicletas, dinero en efectivo, etc. La festividad de la Difunta Correa, es uno de los mitos populares nacidos espontáneamente, más importantes del interior argentino.