Tercer examen para Coco Basile desde que asumió como DT de la Selección. O como seleccionador, como él definió a esta primera etapa en la que los tiempos para trabajar con los jugadores son escasos y en la que se cumple un cronograma de partidos de una utilidad, al menos, cuestionable. Luego de dos caídas, ante Brasil y España, Argentina enfrentaba al subcampeón del último Mundial con lo mejor que tenía disponible en el fútbol europeo y la presión de no sumar una tercera derrota consecutiva.
Cuatro centrales en el fondo, sin enganche y con nueve de los titulares que estuvieron en Alemania 2006, de antemano, auguraban pocos cambios. Como novedades antes del arranque del partido sólo se anotaban el regreso de Zanetti, en el rol de volante por derecha, y el debut de Fernando Gago en el mediocampo. Un esquema similar al de Francia (4-4-2) en los papeles. Los locales, sin Zidane ni Barthez, retirados, y con las ausencias de Thuram y Gallas, los dos centrales lesionados, pero con todo el potencial que los llevó a la final en Berlín.
Salió mejor parado el local en los primeros minutos. Teniendo la pelota con sus volantes y tratando de desbordar con Ribéry por derecha y Malouda por izquierda. Argentina esperaba con mucha gente y cuando la recuperaba se apuraba para salir: no había quién hiciera la pausa, quién la tuviera, y se abusaba de pelotazos frontales sin precisión. La falta de un enganche natural, una rareza en un equipo de Basile, era evidente.
Argentina emparejó el partido cuando empezó a poner la pelota contra el piso y entendió que de esa manera podía ser más efectivo en sus ataques. Y aunque Lucho González no terminaba de acomodarse en la izquierda era evidente que ese era el camino. La prueba llegó a los 14 minutos con un jugadón que terminó en la apertura del marcador. Saviola tiró una pared de taco con Zanetti por derecha. El Pupi tiró el centro atrás donde Crespo ya se había desmarcado para conectar. El arquero francés Coupet tapó el remate pero El Conejo, que seguía atento en la jugada, capturó el rebote y rápidamente anotó de zurda. Un golazo con el sello argentino.
Heridos, les bleus salieron a buscar el empate inmediatamente, ante su gente. Ribery empezó a desequilibrar con sus diagonales desde la derecha hacia el centro. Malouda combinaba por el otro sector con Makelele, y Henry o Trezeguet, que se empezaron a tirar atrás para ganar volumen de juego. Un centro del volante izquierdo terminó con un remate de Ribéry que se fue ancho por el segundo palo.
Pero la presión no duró mucho, Argentina aguantó bien y volvió a imponer el ritmo que más le convenía. El partido se fue desinflando porque Francia empezó a repetirse en centros, principalmente de Ribéry desde la derecha, que no llegaban a inquietar a la defensa argentina y terminaban irremediablemente en las cabezas de Ayala y Milito. Sólo un error podía poner en riesgo la ventaja argentina, y casi ocurre cuando una pifia del defensor del Zaragoza dejó solo a Trezeguet frente a Abbondanzieri. Afortunadamente El Pato estuvo atento para despejar.
Sin generar grandes situaciones de gol, Argentina siguió manejando el trámite hasta el final. Tocando en el medio ante la mirada de los franceses. El público local empezó a desaprobar con silbidos la actuación de su equipo, y los pocos argentinos que estaban presentes en el Stade de France se animaron a festejar el control de la pelota con algunos olés. Sin brillar, es cierto, el equipo de Basile mostraba su mejor cara de esta nueva etapa. Pero también hay que decir que se vio a un conjunto más sólido y equilibrado, sin fisuras y, sobre todo con una mayor determinación. Con puntos altos en las producciones individuales de Milito, Cambiasso y Saviola, uno por línea, en la primera mitad.
Argentina siguió con su plan en el segundo tiempo sin perder el equilibrio defensivo y esperando la oportunidad para volver a lastimar, sin desesperarse. Tapaba bien a los receptores franceses y obligaba a los locales a arriesgar la pelota con entregas forzadas. También empezó a jugar con la obligación de los locales de dejar una buena impresión ante su gente.
Los ingresos de Govou y Clerc, por Malouda y Sagnol, no cambiaron mucho el panorama del equipo local. El libreto era el mismo: abrir la pelota y buscar con un centro a alguno de sus delanteros. Francia no conseguía llegar con peligro al arco de Abbondanzieri. Sus ataques eran deshilachados y a los ponchazos. No encontraban los espacios porque Argentina no se los dejaba. Además, levantó Gago. Y con los nervios llegaron algunas fricciones de los locales en el mediocampo que no fueron sancionadas con severidad por el árbitro esloveno.
Argentina aguantaba los embates bien plantada y redondeaba su mejor actuación en el nuevo ciclo. Francia presionaba y buscaba con desesperación el gol que la salvara de la derrota. Basile probó algunos cambios sin salirse del libreto: Jonás Gutiérrez por Lucho González, Diego Milito por Crespo y, más tarde, Agüero por Saviola. El mismo esquema con otros intérpretes. Después de todo, si algo funciona bien, ¿por qué cambiarlo?
Sin tiempo previo para trabajar, el equipo del Coco Basile encontró en París el equilibrio y la solidez que no había conseguido en sus anteriores compromisos ante Brasil y España. Dio una señal muy positiva ante un rival de peso. Una victoria que lo pone en otro camino. Con un paisaje mucho más agradable.