A través de varios estudios, lograron ver qué lugares se activan cuando una persona ve la foto del ser amado. En el mecanismo interviene el sistema de recompensa, el mismo de algunas adicciones.
Carne de la palabra, carne del silencio. Mi paz, mi ira. Boca. Tu boca enmudece mi boca". Caetano Veloso sabe del amor y lo hace canción. En el comienzo de la importada semana de San Valentín, las reflexiones, poemas, y mil y una referencias sobre ese sentimiento prometen inundar los kioscos con chocolates en forma de corazón y, tal vez, inquietudes por saber algo más sobre este fenómeno que ayuda, entre otras cosas, a perpetuar la especie.
A la ciencia también le interesa, y hace una salvedad: llama "amor romántico" al que se celebra en el Día de los Enamorados. A través de una disciplina conocida como "la ciencia del amor"; de una forma de abordarlo, la neurobiología del amor, y hasta de un instituto de investigación, en Ohio, Estados Unidos, dedicado a estudiar el "amor sin límites", identifica qué mecanismos están conectados en el cerebro para que se produzca.
"El amor es una experiencia que involucra masivamente los sistemas cerebrales de recompensa. En los últimos años, a través de estudios con resonancia magnética funcional, se observó que cuando las personas estudiadas veían fotos de sus seres amados se activaban áreas que pertenecían al sistema de recompensa cerebral, que contiene una alta densidad de receptores para las hormonas oxitocina y vasopresina", comenta Facundo Manes, neurobiólogo, director de los institutos de Neurología Cognitiva y de Neurociencias de la Fundación Favaloro (ver Infografía).
En esos estudios, hechos a través de resonancias magnéticas funcionales, se tomó grupos de voluntarios y se les mostró las fotos de su ser amado. Así observaron qué regiones de sus cerebros se veían más activas y cuáles no.
"Hay trabajos como los del neurobiólogo británico Semir Zeki que identificaron la activación de áreas cerebrales que parecen específicas para ese sentimiento. Zeki, en relación al amor romántico, habló de una activación de la corteza cingulada anterior, de la corteza prefrontal derecha y la corteza temporal de los dos hemisferios", confirma —vía e-mail— a Clarín Franciso Mora Teruel, científico de la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro "Los laberintos del placer en el cerebro humano".
¿Para qué sirve saber esto? Puede explicar, por ejemplo, por qué el amor es ciego. Durante varios estudios se pudo ver que, paralelamente a esa activación, ocurría una desactivación de los circuitos cerebrales responsables de las emociones negativas y de la evaluación social. Consecuencia: "El fuerte lazo emocional de una persona inhibe las emociones negativas y afecta el circuito neural involucrado en realizar un juicio social sobre otra persona", concluye Manes. Quiere decir que cuando alguien gusta (mucho, pero mucho) de alguien sólo lo juzga por sus aspectos positivos; los negativos ¡se esfuman!
"En el estado de enamoramiento —el que ocurre en el comienzo de una relación y dura tal vez unas pocas semanas— hay zonas del cerebro que se activan específicamente", remarca Diego Golombek, biólogo, autor de "Sexo, drogas y biología". Y en cuanto a los elementos que participan, señala: "No sólo de neuronas vive el cerebro enamorado, también son fundamentales las sustancias con las que estas células se comunican, los neurotransmisores, así como las hormonas que las bañan y modulan su actividad".
Se descubrió, agrega Golombek, que neurotransmisores como la dopamina y la serotonina están relacionados con las emociones románticas, así como las hormonas oxitocina o vasopresina tienen que ver con la fidelidad y las ganas de quedarse con alguien. Pero eso sería otra nota.
Para Alex Tobeña, psiquiatra y catedrático de Psicología Médica y Psiquiatría en la Universidad Autónoma de Barcelona, esos neurotransmisores son fundamentales. "Enamorarse es una transitoria tormenta de neurotransmisores al servicio de la fusión monógama imperfecta, es decir la pareja", reflexiona vía e-mail. En su libro "El cerebro erótico" explica el correlato fisiológico entre algunas señales propias del enamoramiento con lo que ocurre en el cuerpo, especialmente en el cerebro. Y se anima a hacer "predicciones" llamativas (ver ¿Y qué se conoce...).
Hay que remarcar que cuando se habla del amor, el romántico, el de las mariposas en el estómago, Cupido, San Valentín y gran parte de las producciones hollywoodescas, los enfoques para abordarlo pueden ser variados. "Las manifestaciones afectivas o emociones, entre las que están el amor, la alegría, la ira, el miedo, tienen un componente psicológico y otro físico expresado; éste último, a través de cambios somáticos y viscerales", le remarca a Clarín el neurobiólogo Roberto E. Sica, jefe de la División Neurología del hospital Ramos Mejía.
No todo es hormonal o una buena logística entre neurotransmisores. En el amor, se sabe, hay otros misteriosos ingredientes.
¿Y qué se conoce sobre los celos y el "amor sin límites"?
Del amor, y de las regiones en donde se desarrollarían los mecanismos involucrados en sentirlo y expresarlo, se sabe cada día más. Y paralelamente a ese conocimiento se van sumando otras revelaciones sobre la fidelidad, el "amor sin límites" y también los celos.
Adolf Tobeña, catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, comentó vía e-mail que existe una buena base científica para asegurar que las hormonas y los neurotransmisores son fundamentales en el amor romántico, siempre que se lo aborde desde el punto de vista de la neurobiología. Y fue más allá en sus apreciaciones. Según él, no podría existir en el futuro algo así como una "píldora para el enamoramiento", pero sí tal vez para los celos (!).
Atención: "Los celos masculinos, a partir de cierto umbral, resultan patológicos. En el futuro, podremos detectar y modular ese umbral mediante fármacos", anticipa Tobeña.
Otro punto llamativo en estos estudios y sus proyecciones, es la existencia en Ohio, Estados Unidos, de un Instituto de Investigaciones sobre el Amor Sin Límites. Su presidente, Stephen Post, explicó vía e-mail qué es. "En nuestro instituto investigamos ese tipo de amor sin límites, no egoísta, en las acciones y emociones generosas que ayudan a otras. El perdón, la compasión y muchas otras emociones y conductas positivas son analizadas científicamente como expresiones de amor", explica desde Ohio.
¿Y qué es lo último que descubrieron? Nada menos que la conexión entre hacer el bien y vivir bien. "Las personas que hacen el bien, pueden tener una vida más larga, saludable y feliz", asegura Post. Sobre el amor romántico, opina parecido. "Estar enamorado remite al amor romántico o al eros. Los estudios científicos relacionan esto con sustancias químicas en el cerebro que nos hacen sentir bien, como la dopamina y la serotonina", concluye.
Por donde se lo mire, no se sabe si el amor "es más fuerte" o una "cosita loca" pero —con seguridad— hace mucho bien.