Se los ve chapoteando en la soleada pileta del Sheraton de Santiago de Chile, pechos tatuados, bermudas largas, algunas incipientes peladas, chicas bonitas pero en tamaño pequeño, no despampanantes. Tranquilos, pasan desapercibidos entre los turistas de la famosa cadena norteamericana. Nadie pensaría que acaban de bajarse de su avión privado ni que son los destinatarios de los grititos de decenas de fans que esperan caritas pegadas al vidrio del lobby. "¿Ellos son los Pearl Jam?", le pregunta una turista a la camarera.
La oscilación entre el chico común y la estrella es lo que caracteriza a esta banda, ícono viviente del movimiento grunge que en los 90 revitalizó el rock con Kurt Cobain (Nirvana) a la cabeza.
Considerada por muchos como la banda de culto más popular el mundo, desde su album debut Ten (1991), Pearl Jam logró mantener los gestos de una megabanda (venden millones de discos, viajan en avión privado, llenan estadios), pero sin renunciar a ciertos lineamientos éticos: múltiples shows a beneficio, activismo político (en su página de internet figuran decenas de links de sitios de contra- cultura e información alternativa, ¡incluso, la red de noticias árabe ¡Al Jazzira!), no a MTV, escasísimas entrevistas, recitales subidos a internet a las pocas horas de finalizado el show. Y una larga (y perdida) batalla legal contra la cadena Ticketmaster para controlar su porcentaje en el precio de las entradas a sus recitales.
Tanta conciencia social se deba quizás a su origen, Seattle, ciudad que, además de cuna del grunge, vio nacer al primermundista movimiento antiglobalización y cuenta con transporte público gratuito a fin de evitar la contaminación.
Lunes, 16 horas, estadio de Apoquindo, en Santiago. Antes de su ensayo la banda atenderá a tres medios. "Sólo 15 minutos", advierte la eficiente encargada de prensa, mientras sincroniza todo milimétricamente. "Si les caés bien se quedan más", tranquiliza un técnico local.
Los miembros de la banda se reparten la atención a la prensa: Stone Gossard (guitarra) y Jeff Ament (bajo) Mike McCready (guitarra) atienden a dos canales de televisión chilenos, mientras que el líder Eddie Vedder (voz y guitarra) y el baterista, Matt Cameron, quedan para Clarín, único medio gráfico argentino en Chile. Ahí están sentaditos, sonriendo afablemente. Hay frescura en ellos. Nada en su trato tiene esa cristalización de la estrella o el divo.
¿Alguna otra banda los apoyó en el juicio contra Ticketmaster?
Eddie: Hubo una coalición que juntó a otras bandas y a managers que prestaron declaración ante el Congreso. Pero creo que lo que pasó fue que Ticketmaster se puso en contacto con algunas bandas antes de que declararan y les ofreció un mejor contrato si no testificaban o no se sumaban a la coalición o si no levantaban la voz contra la empresa. Incluso gente como Garth Brooks iba a ser parte de la coalición pero llegó a un trato con Ticketmaster y desistió. Pasaban este tipo de cosas, lo cual era frustrante pero también fue un aprendizaje.
Eddie explica que el juicio a Ticketmaster fue sólo un aspecto de algo más amplio: "Tratábamos de hacer muchas cosas por cuenta nuestra, no necesariamente como suelen funcionar las cosas. En cuanto a los porcentajes sobre las remeras y el precio de las entradas, cuidábamos mucho al consumidor. Cuando empezamos a hacer las cosas de un modo un diferente, el negocio de la música, no quiso moverse".
¿El hecho de subir a internet cada recital apenas horas después de un show o de editar albumes completos a bajo costo, les trajo algún conflicto con su sello discográfico?
Eddie: No creo. Ahora tenemos otro sello, J Records. Lo dirigen Clark Davies y su gente. Al sello anterior, Epic, le llevó un tiempo entenderlo pero, al final, era dinero gratis para ellos, así que...
¿Y qué piensan de la lucha contra la piratería, del hecho de que las discográficas están todo el tiempo alertando sobre esto?
Eddie: No creo que las discográficas puedan controlarlo. Ha quedado demostrado en los últimos cinco o seis años. Los sellos van a tener que encontrar una manera de crear su propia participación en las ganancias. Aunque no sé si esto va a ocurrir alguna vez. Como músico, a veces quiero que me paguen por todo eso. Es mi música, mi trabajo y mi sangre, sudor y lágrimas. Pero, al mismo tiempo, cuando te convertís en un grupo importante y exitoso esto pasa más aún y no se lo puede contener. Así no te queda más que aceptarlo.
En su chaqueta, Eddie, lleva un pin con la cara de Johnny Ramone, líder de la banda punk a la que Vedder admira férreamente, y con la que en 1996, viajó a la Argentina, totalmente de incógnito, cuando el grupo se despidió de Buenos Aires en un recital en River.
¿Por qué admirás tanto a Los Ramones?
Eddie: Creo que para casi todos los músicos de nuestra generación, ellos hicieron que el tocar música fuera más accesible. Era algo que podías recrear sólo tomando la guitarra.
¿Y ustedes? ¿Hay algo que quisieran transmitir o enseñar a los chicos que comienzan a hacer música?
Matt: Seguimos disfrutando de tocar música juntos y eso es tener ganada la mitad de la batalla, si querés formar una banda. La música sigue siendo el elemento más importante en lo que hacemos. Si no podés escribir una buena canción, seguramente no estarás por acá dentro de diez años, aun cuando te vistan para que parezcas lo más en la tierra de MTV.
¿Qué autores, filósofos o sociólogos los ayudaron a evolucionar?
Eddie: El escritor norteamericano Kurt Vonegut ha sido una gran influencia. Como escritor, todavía estoy tratando de llegar a ese punto en el cual puedo hablar sobre la vida sin ser tan preciosista. Vonegut te hace sentir con precisión lo que es estar vivo, tener relaciones, ver a la gente morir, ver los problemas que tiene el pueblo de otros países o del tuyo. Un escritor como él te hace sentir que no estás solo.
¿Y vos?
Matt: Kafka tuvo una gran influencia en mí, de algún modo. Recuerdo haberlo leído cuando tenía 19 años y me voló la cabeza. Me gusta esa especie de oscuridad existencialista sobre la que escribió de una manera, a su modo, hermosa.
El año pasado la banda participó, junto a otros artistas como Bruce Springsteen y REM, del Vote for Change Tour, en apoyo al candidato demócrata John Kerry. Y Vedder apareció en radio y televisión explicando por qué no había que reelegir a George W. Bush.
¿Cuál es el clima para aquellos artistas, como ustedes, que se opusieron abiertamente a Bush?
Eddie: Se hizo mucho daño desde que este gobierno asumió el poder, en 2000. Como ciudadanos, hemos tratado de ser parte del sistema de contrapesos y controles. No creo que este gobierno represente al cien por ciento de la gente. Su índice de popularidad está más bajo que nunca, alrededor del 30%. Finalmente la gente está poniéndose al tanto de la información que nosotros teníamos dos o tres años antes de las elecciones. Esto refleja la forma en que funcionan los medios de prensa, hay un desequilibrio en los medios y en la forma en que gobierno los usa.
¿Qué pueden decir del próximo disco?
Matt: que está casi terminado y es un muy buen disco.
¿Por qué vienen a Latinoamérica recién ahora, después de 15 años de carrera?
Eddie: El tiempo vuela. La Argentina siempre estuvo en la lista. Me gusta haber venido a esta altura de nuestra carrera y estoy seguro de que volveremos. Por lo que les oi decir a otras bandas que han tocado aquí, los fans son muy apasionados y los conciertos muy divertidos. Decididamente, va a ser una experiencia nueva para nosotros.
¿Conocen algo de música argentina?
Eddie: Conozco el vino argentino pero admito que músicos, no. A veces, siento que me gusta una amplia variedad de música pero, al mismo tiempo, cuando encuentro algo que me gusta, es todo lo que escucho. De modo que hay muchas cosas que me pierdo, y creo que acabás de encontrar una.
Matt: Ahora yo tengo una pregunta para vos, ¿Qué artistas argentinos tenemos que escuchar?
El grupo de culto más grande del mundo
Si hay una palabra que puede definir los 15 años de carrera de Pearl Jam es sobrevivientes. Lo curioso del caso es que el término tuvo, en principio, una connotación negativa. Fue hacia 1994, cuando Kurt Cobain decidió borrarse del mapa y de paso terminar con Nirvana, que el quinteto de Seattle quedó literalmente en off-side. Hasta entonces, Vedder y cía. eran un quinteto competente y exitoso de esa nueva piel del rock duro llamada grunge. Políticamente correctos, sus canciones hablaban de infancias traumadas, hogares rotos y almas desamparadas. Aún así y a pesar de los 14 millones de copias que vendieron entre Ten (1991) y Vs (1993), iban a la sombra de Nirvana en cuanto a impacto mediático.
Después, la herencia de Cobain se hizo demasiado pesada. ¿Cómo seguir sosteniendo la forma de expresarse, de sostener la credibilidad, si el líder de Nirvana se había matado por no poder sostener el peso de la fama? ¿Cuál era el camino a seguir? Como respuesta, Pearl Jam escupió Vitalogy (94), casi un manual de autoayuda para los que decidían quedarse a vivir en este mundo. Y, enseguida, el gesto de correrse de la carrera del "grupo Nø 1 del rock" para ponerse la ropa de banda de acompañamiento de Neil Young.
De ahí en adelante, Pearl Jam robusteció una intensa rutina de disco cada dos años, giras permanentes, conciertos a beneficios que ni su encarnizada lucha contra Ticketmaster logró desgastar. Con un trabajo permanente de perfil bajo (es raro que den notas, muchos de sus discos no tienen videos promocionales), acaso se transformaron en "el grupo de culto más grande del mundo". Y aún así, sus conciencias (como las de Lord Jim de Joseph Conrad) volvieron a zumbar por culpa del incidente del festival danés de Roskilde, cuando nueve personas murieron en una avalancha durante su show, en el 2000.
¿Qué cabe esperar de ellos en vivo? Que logren estar a la altura de su ganada fama de banda que, en escena, logra una comunión especial con el público, como Bruce Springsteen o Los Redonditos de Ricota. Su racimo de discos auto-pirateados y vendidos oficialmente (los hay por docenas), ponen bien alta la expectativa.
José Bellas
Entrevista con Pearl Jam
