El partido racista que gana votos y preocupa en Gran Bretaña Consiguió dos bancas al Parlamento europeo. Sus líderes odian a negros e inmigrantes.
Los huevos volaban como proyectiles y los carteles de madera que promovían "Stop el fascismo" servían para pegarles donde pudieran a ese entusiasta contingente de militantes del Partido Nacional Británico (BNP) en el día después de la gloria. La conferencia de prensa del flamante diputado europeo y líder del xenóbofo BNP, Nick Griffin, frente al majestuoso y neogótico parlamento británico, no pudo ni comenzar porque militantes antifascistas de todas las líneas políticas, convocados por Twitter, mensajes de texto y Facebook, se reunieron el martes a la tarde, frente a la Cámara de los Comunes, e iniciaron una batalla campal a huevazos contra los del
BNP, el partido que consiguió dos bancas en el parlamento europeo predicando el odio racial y empleo sólo para los británicos. "Fuera de nuestras calles, basura nazi", le gritaban, mientras Griffin se refugiaba entre sus morrudos custodios y una mujer rubia, que lo llevaba del brazo, hasta que desapareció dentro de un auto. La ambulancia se llevó dos heridos. El otro nuevo legislador y profesor jubilado, Andrew Brons, no estaba en ningún lugar visible. El
no niega que celebró el cumpleaños de Hitler, pero trató de minimizarlo, calificándolo de "pecado de juventud".
El debut público de los recién elegidos diputados del BNP no fue auspicioso. Los
120.000 votos obtenidos en las elecciones europeas y sus
dos inéditas bancas en el parlamento de Estrasburgo para un partido que denuncia "la dictadura europea" son el
producto de la bronca de la clase trabajadora británica por seguir perdiendo sus trabajos y competir con los inmigrantes mejor calificados que ellos. Añoran un reino pre globalización, que no los tenía como variable de ajuste. Los que optaron por el BNP en las urnas son ex mineros laboristas que idolatraban a su líder socialista, Arthur Scargill; familiares de soldados de Irak y Afganistán, que añoran el 'patriotismo' populista que el BNP pregona y los obreros de fábricas que ya no existen. Comparten con el BNP su odio visceral a los extranjeros, no sólo porque sienten su identidad amenazada sino porque temen que, en la distribución de los escasos empleos en la crisis, los empleadores beneficien a los extranjeros.
Con sus trajes lustrosos de Mark & Spencer y su acento de hooligan futbolero, nadie diría que el líder del BNP, Nick Griffin, estudió historia y leyes en la Universidad de Cambridge. Hoy representa la imagen del neofascismo británico. "Esta elección ha mostrado que el alma de las mujeres y hombres que crearon el Imperio Británico, que pelearon como leones en cada esquina del planeta, que se sacrificaron como titanes en Flanders, que soportaron los Blitz y desembarcaron en las playas de Normandía, está vivo. La ultraizquierda y los conservadores, que pensaban que el espíritu británico estaba muerto y que podían caminar sobre 10.000 años de historia, tradición, cultura y herencia, se equivocaron. El león británico se ha despertado y su rugido se va a escuchar a lo largo del mundo", prometió Griffin el día de su victoria.
El BNP promueve deportaciones masivas de negros y extranjeros y acusa a las comunidades asiáticas y negras de "ser pedófilos que depredan las jóvenes adolescentes británicas", blancas, en su iniciación sexual.
"El BNP está completamente detrás de cualquier posibilidad de ser aceptado. Ellos no aceptan a los negros y a los asiáticos en su partido. Son un grupo de gente simplemente vergonzante. Lo que los partidos tradicionales deben hacer para probar su rol es ir puerta a puerta, explicar a la gente cómo van a llevar adelante sus preocupaciones, cómo vamos a responder. Esta es la manera de derrotar a esta gente horrible", propuso el líder conservador David Cameron.
Laboristas, liberales demócratas y conservadores no dudaron en calificar al partido como "nazi", pero no etiquetaron a los que votaron por ellos con el mismo calificativo.
La aparición del BNP es considerada 'una desgracia" por laboristas, conservadores y liberales demócratas, que están dispuestos a unirse para combatirlo.
Nada impedirá que los nuevos legisladores europeos tengan un salario de 91.900 euros al año, un presupuesto anual de 210.000 euros para pagar a su personal en el parlamento o en Gran Bretaña, un fondo de 50.424 euros al año para gastar sin recibos y un gasto diario de 298 euros. Nada mal, si se tiene en cuenta que sus bancas son hijas de la bronca por los excesos de los parlamentarios británicos en sus gastos.