Bruno crítica irreverente, caótica, excesiva y vulgar
Tras el tremendo éxito de su anterior película ´Borat´, Sacha Baron Cohen elevó su ya de por sí grande autoestima y en ´Bruno´ ha rizado el rizo de sus gags y de su atrevimiento.
El británico Sacha Baron Cohen es un provocador nato que se ha ganado una legión de admiradores con sus personajes excesivos, caóticos e irreverentes, características que se repiten en su última aventura cinematográfica, "Bruno", aunque con una innecesaria vulgaridad.
Tras el tremendo éxito de su anterior película "Borat" (consiguió una recaudación de 261 millones de dólares para un presupuesto de 18 ), Cohen elevó su ya de por sí grande autoestima y en "Bruno" ha rizado el rizo de sus gags y de su atrevimiento, con un resultado bastante irregular y con poco interés.
Bruno, Ali G y Borat son los tres principales personajes creados por Cohen para sus programas televisivos, que le han proporcionado una enorme fama tanto en su país de origen como en Estados Unidos.
Tanto Ali G como Borat ya habían dado el salto a la gran pantalla y faltaba Bruno, un periodista homosexual austríaco especializado en el mundo de la moda que quiere hacerse famoso a toda costa.
Ese intento es el hilo conductor de una serie de episodios que conforman una película absurda en la que su principal baza, que es la enorme caradura y atrevimiento de Cohen, se vuelven en su contra por la saturación que provocan sus aventuras.
La clara intención original de criticar la fama efímera que buscan muchos en el mundo actual se queda en un segundo plano ante los medios que utiliza Cohen para ridiculizar a su personaje.
Nada políticamente correcto (lo que por otro lado es muy de agradecer hoy en día) Cohen lanza pullas contra las mujeres, los gays, los negros, los judíos, los musulmanes, es decir, todo aquel que se cruza por su camino.
Parodia a Madonna cuando trata de adoptar a un niño africano; se ríe de los esfuerzos sin base ni expectativas para buscar la paz en Oriente Medio; ridiculiza la imaginación surrealista de los diseñadores de moda (en un desfile de Agatha Ruiz de la Prada) y se ríe con descaro de los famosos de medio pelo que pueblan las colinas de Hollywood.
Y todo ello con escenas reales, al estilo de los programas de cámara oculta.
Cohen, caracterizado como Bruno, deja atónito al público de un aeropuerto al coger de la cinta de las maletas una caja con un bebé, o escandaliza a los asistentes a un desfile de moda al salir a la pasarela vestido con un traje realizado con velcro.
Algunos buenos gags no ocultan sin embargo que el exceso de los personajes se ha apoderado del Cohen actor, escritor y productor, que se deja llevar por el lema de "todo vale" para caer en un lado soez y vulgar que seguro que provocará carcajadas.
Porque hay público para todo y está más que demostrado que este tipo de cine tiene seguidores, especialmente en Estados Unidos y especialmente entre los adolescentes rebosantes de testosterona, que sin embargo no entenderán la crítica que hay detrás.