Pantallas de un mundo nuevo
Por Marcelo Gantman para La Nación
Apenas una certeza tiene sentencia firme entre las especulaciones desparramadas por la ruptura del contrato entre la AFA y TSC: el fútbol sin la televisión ya no existe. Muchas cosas han terminado con esta relación rota luego de 18 años y ante tanto baño de realidad de prepo, quizás haya que resignificar las palabras. La televisión no es una empresa detentataria de derechos, es un artefacto. El fútbol es con televisión y sin ella el deporte, ya sea como formato de entretenimiento ó como expresión cultural de una sociedad, se queda sin sustento.
"Si me dijeran que la televisión se inventó para transmitir fútbol, diría que como invento ya està plenamente justificado..." , escribió Roberto Fontanarrosa en su libro No te Vayas Campeón. El fútbol es también un gran invento complementado luego por la tele.
Son días en los que nadie termina de entender como son los hechos, pero su teatralización es elocuente. Sobrevuela una sensación de
venganza ante el final de una era donde da lo mismo un ejecutivo de un grupo mediático que un joven notero engominado salido de unas de las tantas factorías de periodismo deportivo. Es la revancha que se cobra quien ha tenido que pagar para ver.
¿Qué costumbres cambiarán ahora? Todavía los bares tienen en sus cristales la leyenda identificatoria del Fútbol Codificado, donde los solos iban a ver los partidos los domingos. Unos se sentaban a cambio de un café que lo hacían durar dos partidos seguidos y en otros bares se cobraba un peaje de $10 para empezar a hablar. O a poner el cuello hacia arriba y mirar el 29" colgado de un soporte con el "deco" como moño.
El codificado parece ser el primer herido mortal de este combate feroz. El pagar para ver es la esencia del deporte transformado en un valor comercial por la industria televisiva. El codificado no es malo por si mismo. Sirve para que aquellos que quieran pagar por un acontecimiento deportivo puedan comprarlo y verlo, pero fundamentalmente logra que quienes no quieran verlo no tengan que pagar nada. Pero el pay per view es lo excepcional no lo corriente.
El abuso de la modalidad exasperó los ánimos. Planea por los aires futboleros una sensación de libertad casi hippie sobre como se accederá a ver el fútbol, de la cual el gobierno ha captado rápido su espíritu casi sin manifestarse.. Los gobiernos más que formar parte del negocio deberían arbitrar los medios para que sus habitantes puedan tener a su alcance, al menor costo posible, los acontecimientos deportivos de mayor interés. Eso es todo:
razonamientos normales en países normales. Demonizar el sistema codificado de visión del deporte es tan errado como suponer que nunca se paga nada por ver un contenido deportivo. ¿Es esta nota gratis para quién la lee? Su acceso quizás sea libre, pero minimamente quien le presta atención debió haber pagado una conexión a internet.
Siempre alguien paga y alguien cobra.
Cuando surgieron las primeras versiones y luego las primeras certezas sobre el aporte que haría el Estado para financiar al fútbol (y participar de su mecánica y negocio), las contestadores automáticos de las radios agotaron su memoria en los mensajes. Gente indignada y otra muy malhumorada, con una curiosidad: la mayoría eran mujeres. Lilianas y Susanas de distintos barrios, por no decir Doñas Rosas, se quejaban por la decisión del gobierno orientada a destinar fondos para salvaguardar economías de clubes.
Una sociología de apuro nos podría autorizar a decir que en esos clubes generaciones de niños argentinos han comido y hecho deporte, y en algunos casos también educado. Los clubes estaban donde el Estado faltaba. Pero no es menos cierto que estamos hablando del fútbol profesional donde convive el juego con el negocio y la mercantilización del ocio de una sociedad. ¿Dónde empieza el interés público y dónde termina la actividad comercial que sólo debe ser comprada y vendida por los interesados?
La oportunidad que se abre a partir de esta perestroika futbolera también puede apuntar a
una nueva manera de consumir el deporte, donde las plataformas integradas ofrecen más opciones. El fútbol argentino, mal o bien pago, con clubes endeudados, jugadores de cotización limitada en Europa y dirigentes que creen que sus culpas ya han quedado licuadas, se había quedado en la era de la televisión por cable. Ese había sido todo su avance hacia la modernidad. Tenemos una
selección argentina patrocinada por bancos y tarjetas de crédito pero aún con eso
no hay un modo electrónico de comprar entradas para ver a la selección. Sudáfrica 2010 será el primer
Mundial de Fútbol que se transmitirá para
banda ancha y telefonía celular. Por estos dìas se terminan de cerrar los derechos para ser explotados en la Argentina. Las oficinas quizás tengan en la pantalla de la PC los partidos del seleccionado y no en un televisor puesto de apuro. Una revolución.
¿Quiere el fútbol argentino dar ese salto de calidad? El fútbol argentino le viene negando a sus consumidores el progreso como medio para experimentar un espectáculo mejor, limpio y digno. Los clubes en un futuro tal vez tengan más dinero y mejores posibilidades. Ojalá.
El cambio que se vocifera deberá completarse por mejores accesos a los estadios, baños aptos para seres humanos y desde ya un comportamiento socialmente aceptable por quienes asisten a las canchas. Hacer de un cambio en las reglas del negocio una inversión que derive en un cambio cultural ¿Se habrá hablado de algo de eso en la Casa Rosada en algunas de las reuniones que ya hubo? ¿No sigue rigiendo al fútbol
la misma AFA que todavía guarda las recaudaciones de las entradas en cajas de zapatos?
No hay razones como para no empezar el nuevo campeonato y abrir una nueva temporada en lo inmediato. Los planteles se reforzaron o rellenaron según sus cuentas. Los equipos se prepararon.
¿Por qué no empieza? Porque no hay televisión. La célebre "caja boba" cuyo invento está plenamente justificado y que no debería servir ahora para que el fútbol quede en un mero pase de manos.