Fue fundado el 1 de enero de 1910 y desde entonces no ha parado de crecer, hasta convertirse en un referente de la vida social y deportiva del país Vélez Sarsfield cumple cien años y sigue como si nada Ya es ocioso discutir si el club de Liniers es o no el sexto grande del fútbol argentino. Le sobran realizaciones y pergaminos como para determinar que el siglo transcurrido no pasó en vano, en una Argentina en la que día a día naufragan tantos proyectos.
Dentro de un siglo, exactamente, Vélez Sarsfield estará aprestándose para celebrar el bicentenario de su nacimiento. No es un dato matemático ni una conjetura, es un anuncio. Porque Vélez Sarsfield ha adquirido tal dimensión, tal volumen, que vencerá al tiempo; habrá eliminado una eventual fecha de caducidad. Fue fundado el 1 de enero de 1910 y llega lozano hasta hoy, devorando almanaques, fortaleciéndose a sí mismo, cruzando inviernos crudos en una Argentina en la que murieron de frío tantos emprendimientos potentes. Vélez venía, con “v” de Valía, con “v” de Ventura, con “v” de Victoria.
Dice la leyenda, y por qué no creerle, que el primer impulso lo dieron tres muchachos que al huir de la lluvia hallaron refugio en el túnel de la estación Floresta, por entonces llamada Vélez Sarsfield, de ahí el nombre del club que comenzaba a alumbrar. Fue Argentinos de Vélez Sarsfield en aquellos comienzos. Poco después, el Ferrocarril mudó el nombre del sitio por el actual. De haber ocurrido antes ese cambio, la flamante creación hubiese sido Argentinos de Floresta. El hecho es que fue como fue, que al cabo perdió el gentilicio y quedó Club Atlético Vélez Sarsfield.
El acta fundacional recoge la idea de aquel trío de la idea primitiva, Julio Guglielmone, Nicolás Moreno y Martín Portillo, además de una decena de acompañantes que conformaron la primera comisión directiva presidida por Luis Barredo Cobián. Y la bola entró a rodar, con los hombres de Vélez metidos en camisetas blancas con puños rojos, al principio, azul pleno luego. Pero eran épocas inestables y tornaron a verde, rojo y blanco. Pegadas, surgieron otras innovaciones, como dejar el campito de Floresta y marchar a Villa Luro. Llegaría un desfile de canchas, comenzando en Escalada y Chascomús para pasar a Cortina y Bacacay.
Hubo un nuevo vuelo, a Guardia Nacional y Pizarro, con tribunas de madera y techito inglés en las plateas. Y una que otra pretensión de logros deportivos, ya en primera categoría de de la Asociación Amateur de Football. Por eso es que surge un preparador físico, Luis Castellano, ordenando al equipo, en 1928, y un partido histórico para estrenar la iluminación artificial contra la Selección argentina subcampeona olímpica en Ámsterdam. Vélez asomaba con el mejor maquinista del tren que lo trajo hasta estos días, el presidente José Amalfitani, un cronista deportivo que anduvo por el diario La Prensa antes de asumir las funciones dirigenciales que ejerció durante treinta años.
La llamada Década Infame no fue tan perversa con Vélez, sin embargo. En ese decenio en que el fútbol se profesionalizó, produjo otro cambio de colores, con la adopción definitiva de la V azulada sobre fondo blanco en la camiseta. Ocurrió en 1933, un año después de que un periodista, Hugo Marini, del diario Crítica, sugiriera en un título el apodo que lo acompañaría definitivamente. En razón de lo difícil que se les hacía a los visitantes lograr un buen resultado en Guardia Nacional y Pizarro, preguntó: “¿San Lorenzo hará rendir mañana el Fortín de Villa Luro?”. En rigor, Vélez ya tejía su trama fuera de casa: desde fines del 30 y principios del 31, jugó 25 partidos durante una gira que abarcó Chile, Perú, Cuba, México y Estados Unidos, con una sola derrota y apenas cuatro empates.
La década del cuarenta golpeó feo a Vélez: estuvo tres años en la B y perdió la tenencia de los terrenos en que estaba su cancha. Sobrevino una espantada de socios y el club parecía condenado a la desaparición. Lo salvó la solvente administración de Amalfitani. En 1943 regresó a Primera y obtuvo parte del predio en que se levanta su actual estadio. Vaya a saber si el presidente tenía noticias sobre cómo hizo Pedro el Grande para construir San Petersburgo; el hecho es que Amalfitani actuó de igual manera: rellenó con piedras y tierra los campos anegadizos y la cancha de la avenida Gaona comenzó a crecer de a poco. Bien a lo clase media.
El 22 de abril del 51 se inauguró el nuevo Fortín, una mole de cemento. Fue con triunfo en un partido oficial, 2-0 sobre Huracán, con 22.896 entradas vendidas y un dato cargado de enigmas: 79.890 pesos de recaudación. Eran Pesos Moneda Nacional. Complicado de traducir a valores de hoy. En el 53 apareció el primer gran equipo, en una época en que todavía podían recitarse de corrido las formaciones, en la clásica estructura del 3-3-5: Adamo, Huss y Allegri; Ovide, Ruiz y García; Sansone, Conde, Ferraro, Zubeldía y Mendiburu. Quedó segundo al final del campeonato, cuatro puntos detrás de un River con mucha chapa.
En 1968, por fin, vino el primer título, cuando el calendario futbolístico ya estaba partido en dos: el campeonato Metropolitano al principio y el Nacional en el remate de temporada. Aquel Vélez que dirigía don Manuel Giúdice ganó el Nacional luego de una dramática definición por triple empate, en puja con Racing y con River. Tiempos del surgimiento de un Carlos Bianchi con más pelos y una capacidad goleadora de exportación, pese a que todavía lo tapaba un tal Omar Wehbe, autor de 13 tantos entonces. El 29 de diciembre acabó en festejo gracias al Gato José Miguel Marín y a Eduardo Nicolás Zóttola. Siguen las firmas: Luis María Atela, Iselín Santos Ovejero, Roberto Moreyra, el Pulga Alberto Ríos, el Turquito Wehbe, José Solórzano y Mario Lorenzo Nogara. Además de José Luis Luna, que fumaba en los entretiempos, y Luis Gregorio Gallo, célebre por parar con una mano en la raya del arco un gol cantado de River que quizás hubiese cambiado la historia. Y Carlitos Bianchi, claro.
En el Metropolitano 71, con muy pocas variantes en el equipo, casi repite. A dos fechas del final llevaba tres puntos de ventaja (se daban sólo dos unidades por triunfo): en hilera lo vencieron Racing y Huracán. El campeón fue Independiente. Eso sí, Bianchi metió 36 goles. Pronto se iría a Francia, al Stade de Reims, con pasos por el Paris Saint Germain y el Racing de Estrasburgo. Para el Mundial de 1978, el Fortín fue remozado y fue sede de tres encuentros: Austria 2-España 1, el sábado 3 de junio; Austria 1-Suecia 0, el miércoles 7, y España 1-Suecia 0, el domingo 11.
En 1980 regresó Bianchi por cuatro temporadas hasta completar un ciclo de 324 partidos en el club, con 206 goles. De todas formas, los títulos seguían negándose. Ya sin Carlitos, que emprendería una segunda etapa en Europa, Vélez volvió a quedarse en la puerta en el Nacional 1985, derrotado en doble final por Argentinos Juniors. Lo mejor de la historia de Vélez estaba ahí, al caer.
Tras una serie de aproximaciones (cuarto en la temporada 1990/91), cuarto en el Apertura 91 y segundo en el Clausura 92) llegó el título del torneo Clausura 1993 y el subcampeonato del Apertura del mismo año, un punto por debajo de River. Y la gran disparada: la Copa Libertadores de América 1994, en final por penales con San Pablo, y la Intercontinental en Japón, contra el Milan: 2-0, con goles de Roberto Trota y el Turco Omar Asad. Era la inolvidable etapa del Virrey Bianchi como técnico. Y estos actores: José Luis Chilavert, Héctor Almandoz, Víctor Hugo Sotomayor, Roberto Trotta, Mauricio Pellegrino, Raúl Cardozo, Flavio Zandoná, Marcelo Gómez, José Horacio Basualdo, Roberto Pompei, Christian Bassedas, Marcelo Herrera, Carlos Compagnucci, Claudio Hussain, El Turco José Oscar Flores y Asad.
La nueva centuria acabó por solidificarlo deportiva y socialmente. Hubo un par de títulos locales más (Clausura 2005 y 2009), para elevar la cuenta a siete, acompañado esto con otros cinco de diferente calibre en el ámbito internacional. Con personajes distintos pero con el espíritu de siempre: Fabián Cubero, Rolando y Mauro Zárate, Jonás Gutiérrez, Leandro Somoza, Leandro Gracián, Maxi Pellegrino, Nicolás Otamendi, Emiliano Papa, Maxi Moralez, Hernán Rodrigo López, Maxi Bustos, Joaquín Larrivey.
Vélez cuenta con un coqueto estadio pegado a la sede social y al Complejo Polideportivo, además de la Villa Olímpica de 18 hectáreas parquizadas ubicada en Ituzaingó y el Instituto Doctor Dalmacio Vélez Sarsfield incorporado a la enseñanza oficial, con carrera de profesorado de Educación Física y bachillerato con Orientación en Deportes y Recreación, Educación General Básica, Nivel Inicial y el Instituto de Especialización y perfeccionamiento Docente.
El bicentenario apenas queda a un siglo vista: poco tiempo para cuanto es capaz de hacer Vélez en ese lapso. Mañana, por lo pronto, festeja sus primeros cien años.