Jamás habría leído este cómic si no fuera por el consiguiente estreno de la adaptación cinematográfica. Esto no quiere decir que Red sea malo, o indigno de ser leido, sino todo lo contrario: se trata de una obra muy personal, más una declaración de intenciones que un producto pensado para la industria, uno de esos trabajos que usualmente ve la luz en ediciones pequeñas a pulso de la gestión del autor o que pasan desapercibidos bajo la sombra de otras obras de mayor impacto y volumen de ventas.
La anécdota trata de
Paul Moses, el más eficiente y terrible asesino que la CIA ha tenido jamás, una leyenda en el oficio, un producto de la guerra fría que simboliza todo lo nefasto de dicha época. Conocer de su existencia es parte del rito de iniciación para el nuevo director,
Michael Beesley, un político moderno, liberal, progresista… un funcionario de escritorio que, horrorizado tras comprobar de lo que es capaz el agente Moses, ordena su inmediata eliminación, aunque ello implica romper un pacto explícito entre la agencia y Moses, que pasa sus días fuera del mundo, luchando con sus propios demonios y recuerdos. Pero el cambio en las reglas que provoca el nuevo director obligará a Moses a pasar de status Verde (inactivo) a Rojo, en la mejor tradición del “
pull me back in” hasta las últimas consecuencias.
Muchos encuentran que la visión de mundo de Ellis es bien venenosa y facistoide. Lo primero tiene que ver con su sentido del humor y se expresa muy bien a través de la violencia.
Lo explícito y gratuito de algunas secuencias tiene que ver con el trazo de una línea en el piso y declarar que de aquí no se pasa, a menos que se quiera entender el mensaje profundo. La ausencia de medias tintas es el precio a pagar por entregar el mensaje lo más claro posible. Cuando tus personajes son recios, malhablados y antipáticos sabes que son tan inverosímiles que debes pasar de su constructo inicial y concentrarte en lo que simbolizan. Queja, denuncia o castigo, según corresponda. Y Red no es la excepción.
Red es una queja contra una generación de personas, no tanto por edad sino por estilo de vida, que prefiere dejar el trabajo sucio en manos de otros y rehuye el compromiso. Puede golpear tanto a un adolescente parasitario de sus padres como a un viejo burgués anclado en su casa en los suburbios y su jeep 4×4. Gente que no quiere asumir lo que es y que, antes que pedir disculpas, prefiere pasar el turno. Gente que espera que otros acaben la tarea que les corresponde para no perder su concentración. Porque la esencia de la declaración de principios que golpea en esta miniserie está en la postura de Moses, quien no añora la ideología que lo creó y sustentó, pues sabe que generó atrocidades con las que jamás estuvo de acuerdo.
Moses no mató por lo que creía, lo hizo porque no rehuye a las decisiones difíciles. Equivocado o no, Paul Moses representa el honor del compromiso que se respeta hasta el final, como en los viejos tiempos. Moses es traicionado cuando su palabra es tomada con liviandad por un director de la CIA que no quiere hacerse cargo de los costos, que no quiere ensuciarse las manos con la historia y el contexto. Persona despreciable no por su posición política, sino por su desafecto al compromiso. El director Beesley nunca entiende que debe asumir la carga de tener monstruos en su sótano tal como asume el prestigio y la buena paga de su puesto, tanto como otros no asumen sus labores en oficinas, en sus relaciones personales, en sus lealtades. Y claro, Paul Moses viene por todos.
El dibujante
Cully Hamner no era un aparecido en 2003 y hasta hoy ha desarrollado una sólida carrera en grandes editoriales, pero siempre dedicado a personajes de bajo perfil y cercanos a la serie negra. Su estilo, dinámico y figurativo, de trazo ancho y fuertemente delineado es perfecto para estos menesteres.
Sus viñetas coordinan de buena forma las secuencias de acción y en momentos recuerda al mejor Miller de Sin City, no por lo similar en trazo o contrastes, sino por el modo en que cada momento refleja una emoción. Ningún giro es gratuito y ni siquiera las secuencias gore están de más. Lo importante de una buena coordinación trazo / guión se facilita en la pluma de Hamner, que es lo suficientemente ágil sin ser gracioso y lo bastante interpretativo para no ser estático. Su storytelling se deja seguir con fluidez y a pesar de algunas obviedades, resulta un perfecto acompañante para una historia de serie negra y de relato directo.
Algo importante, y
quizá un poco de spoiler: La excepción que Moses toma con su contraparte
Sally no es un momento de debilidad, sino un nuevo compromiso que toma consigo y que no contradice al anterior. La lealtad puede estar por sobre el procedimiento, pues la génesis del procedimiento está corrupta en la traición. Si Moses comete un error o no con esta decisión, el sabrá afrontarlo como el hombre que es. Haber hecho lo obvio hubiera significado, en este nuevo orden de cosas, tomar el camino fácil, el cobarde.
El descomprometido.
Sorprende que tras tanto tiempo un cómic tan ligado a la coyuntura en su génesis conserve fresca su integridad y valor. Es, probablemente, debido a que renuncia a la grandeza en función de contar correctamente su historia, sin ganas de crear una franquicia, ni vender un guión para Hollywood ni series de TV. Aunque exista 24, aunque exista Mark Millar, Red, el cómic, se pone de pie y resurge cuando hacía falta.
Cuando pensamos que jamás habríamos leído este cómic.